¿Cómo navegar en territorios no mapeados?
José Manuel Silva
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José Manuel Silva
A partir de la gran crisis financiera (GCF) del 2008, la economía global ha permanentemente desilusionado a los expertos. Dado el monto de los estímulos monetarios y fiscales, la mayoría esperaba una pronta recuperación. Sin embargo ésta ha sido mediocre. A la GCF le sucedió como corolario la crisis del euro, que dado lo ocurrido este año en Inglaterra, se puede decir aún no termina. Asimismo, la inesperada desaceleración de la economía china, vino a contaminar las economías de los mercados emergentes. El menor crecimiento mundial ha resucitado fantasmas que muchos creían sepultados: proteccionismo, populismo y miedo a la inmigración.
Podríamos decir que la economía global se encuentra navegando en territorio macroeconómico no mapeado. Diversas fuerzas estructurales se están conjugando para mantener el anémico crecimiento global.
En primer lugar el mundo se enfrenta a una desaceleración demográfica sin precedentes. El derrumbe de la natalidad en el mundo desarrollado, pero también en el emergente, unido al incremento en la esperanza de vida, produce dos efectos de grandes proporciones. El primero es una brusca caída en la tasa de crecimiento de la población en edad de trabajar. El segundo, es un gradual y permanente incremento en la tasa de dependencia demográfica, cuantas personas mayores de 65 años hay por cada 100 en edad de trabajar. Para la OECD, este indicador pasó de 13,9 en 1950 a 27,3 hoy y se espera que llegue a 55 el 2075. Esta transición demográfica tiene efectos económicos aún indeterminados, aunque ya se puede señalar que está afectando los niveles agregados de ahorro, la productividad y la sanidad fiscal de numerosos países.
Este fenómeno ocurre en Japón, el país con la mayor proporción de mayores de 65 años, y poca inmigración. No son pocos los que culpan a este fenómeno de ser una de las causas del sorprendente estancamiento que sufre Japón hace ya más de 20 años. A ello se suma que Japón adolecía a comienzos de los noventa de otras de las enfermedades estructurales que aquejan hoy a los desarrollados: el sobreendeudamiento. Esta "enfermedad" ha sido denominada el superciclo de deuda y se inicia en los años sesenta. Desde entonces el nivel de endeudamiento tanto público como privado ha subido casi siempre en casi todos los países desarrollados. La mayoría se acerca a cifras de 100 % de deuda fiscal a PGB y supera la cifra de 200 % deuda total a PGB. A ello debe sumarse montos superiores de deuda "actuarial" correspondiente a pasivos pensionales de los sistemas de reparto o a promesas de gasto médico para las poblaciones mayores.
Finalmente, nos enfrentamos al difícil de evaluar fenómeno chino. La ascensión de una economía con más de 1.200 millones de habitantes presenta un desafío para cualquier macroeconomista. A ello se suma que esta economía tiene una curiosa mezcla de economía dirigida y economía de mercado. Adicionalmente fruto de una política demográfica impuesta por el estado, está iniciando una transición demográfica hacia mayor envejecimiento y menor crecimiento de su fuerza laboral, con un menor nivel de riqueza que los países desarrollados. Finalmente, esta nueva e inmensa economía tiene una propensión a ahorrar sin precedentes.
En definitiva el surgimiento de China tiene la capacidad de afectar dramáticamente precios claves de la economía global: salarios, tasas de interés, materias primas y bienes.
Demografía, sobreendeudamiento, China, son un cóctel de difícil digestión para la macroeconomía global. A ello se suma la arriesgada decisión por parte de los grandes bancos centrales del mundo de combatir parte de los efectos de la GCF y de estas tendencias estructurales con políticas monetarias no convencionales, cuya consecuencia es distorsionar seriamente el precio intertemporal del dinero: la tasa de interés. Poco a poco ha surgido la duda sobre si ésta es la herramienta más adecuada para combatir un bajo crecimiento cuyo origen no es un mero ciclo de inventarios. Por el contrario se podría pensar que estas políticas monetarias no convencionales terminen agravando los síntomas de la enfermedad al subvencionar artificialmente actividades económicas que deberían desaparecer.
Lo interesante y esperanzador, es que así como hoy navegamos en aguas no mapeadas por la macroeconomía, los países que logran enfocarse en reformar su microeconomía, liberando mercados, aumentando la competencia, reduciendo distorsiones y subsidios y en definitiva liberando el genio creador de sus habitantes, logran alcanzar tasas de crecimiento envidiables en un mundo de bajo crecimiento: India, Vietnam, Perú y esperamos pronto Argentina, son buenos ejemplos.